El carácter primo de la obra de Soria Aedo es no acusar ninguna de las inquietudes de última hora (…) y sí en exaltar todo ese valor emotivo, colorista y psicológico que anda soterrado en el ambiente de España.
Hay dos razones para que la pintura de Francisco Soria Aedo sea así: la primera es consecuencia de un racionalismo estético que influyó de poderosa manera sobre su módulo creador, y la otra la de cierta influencia de ambiente y tradición que el pintor, desde que tuvo conocimiento, degustó con ese deleite que experimentan las almas que saben escarbar en el subsuelo del sentimiento.
Racionalismo estético, es decir, verdad, honradez pictórica fue la que éste aprendió al lado de López Mezquita, su maestro, desde el 1919 que llega a Madrid hasta 1926 que el mozo ya caminó independiente (…)
Su actitud pictórica, su factura, responden a la exteriorización de algo muy genuino, que él renueva con las aportaciones independientes que todo artista pone en ella para su supervivencia (…) Soria Aedo no será un pintor modernista, pero tampoco es un antiguo. El pintor granadino es sencillamente un gran pintor por ser un gran diseccionador del realismo. En ello estriba todo el secreto y todas las virtudes de su obra.
La sensualidad colorista de la mayor parte de los asuntos que aborda el pintor está toda disciplinada hacia una orientación que responde a la exteriorización exacta de una armonía íntima y sugerente del color, visto por un temperamento que nos habla de augustas serenidades. A base de plena serenidad está construido el ambiente de todos los fondos de sus lienzos, la mayor parte de ellos masas impresionistas que dan singular realce a las figuras del primer término (…) Un cuadro de Soria Aedo da siempre una impresión recia de color, de color y masas (…) Pero es lo cierto que dicha impresión, no obstante su severa augustez, está siempre movida por un intenso temblor anímico, que se lo comunica el dominio que el artista tiene en administrar la luz en sus cuadro. No son el realismo y la perfección de las calidades de los objetos que pinta lo que nos atrae en su pintura, sino ese secreto de la luz, de la atmósfera, que el pintor ha sabido poner en sus lienzos con una independencia absoluta.
CECILIO BARBERÁN: Soria Aedo, primera parte de una vida, Ediciones de Arte Urgabo, Madrid, 1934, págs. 18-61
En La Rubica Soria Aedo representa a una mujer, posiblemente de la nueva burguesía granadina, ataviada a la “andaluza” sobre un paisaje granadino. Esta pintura es parte del realismo de corte costumbrista que aún impregna la pintura de la primera mitad del siglo XX, resalando su dominio de la composición, del dibujo y la elegancia y luminosidad cromáticas.
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