La literalidad del signo, en una disposición que se acerca casi a la escritura jeroglífica, preside igualmente la más temprana – aunque prácticamente inédita, pese a estar realizada en el 91 – de las telas presentadas en Venecia. Esta Granada, con su abanderado fondo rojo y gualda, signo ya en sí mismo, y las tres peinetas cuajadas de exvotos y logos de la españolidad, nos devuelve a la que ha sido una de las obsesiones omnipresentes en la obra del pintor madrileño.
Eligiendo siempre, para sus apasionadas fintas con la historia, aquella que le es, en todo caso, más inmediata y propia, el tema de España ha proporcionado, de largo, el mayor número de contrincantes para la pintura de Arroyo.
Desde el período romántico, y a lo largo incluso de todo el presente siglo, el andar a vueltas con lo español, con lo que diantres sea esa identidad conflictiva, ha centrado buena parte de los esfuerzos del arte y la cultura de nuestro país. Lejos de ser una excepción, la pintura de Arroyo lleva incluso hasta el exceso, teatralizándola, esa pasión. Por eso, puesto en la tesitura de remontar, hasta sus modelos fundacionales, el curso de la memoria, Arroyo no desembocará ni a orillas del Nilo ni en las costas del Egeo, sino en la Dama de Baza, a la que ya dedicara un busto en su ciclo de cabezas españolas. Y es éste, hay que reconocérselo, arquetipo tan nuestro que, ante el reto de la Historia, ni avanza pierna alguna ni alza el vuelo, sino que permanece, tan digna ella, en su trono, como una reina, viéndolas venir.
FERNANDO HUICI: “A vueltas con la historia”, Alfaro / Arroyo. XLVI Bienal de Venecia, Pabellón de España, Madrid, Ministerio de Asuntos Exteriores, 1995, págs. 25-26 (catálogo)
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