El influjo flamenco se había extendido por todo el país en el siglo XVII, especialmente el arte de Rubens y Van Dyck. Hubo tres hechos que ayudaron considerablemente a su divulgación: el gusto de Felipe IV por las obras rubenescas, el comercio de la importación del grabado flamenco y la temática e iconografía que ofrecía la pintura flamenca, más acorde con el sentimiento religioso contrarreformista.
La inclinación hacia lo colorista, luminoso y dinámico de la escuela pictórica granadina explica que esta influencia flamenca fuera más acusada que en otras escuelas españolas. Concretamente, en la obra del pintor Juan de Sevilla existe un mayor predominio de esta tendencia, hasta tal punto que Antonio Palomino llegó a señalar que el estudio detenido y continuo por parte del pintor granadino de las obras originales de Rubens hacía pensar que sus lienzos formaban parte de la escuela del artista flamenco.
Entre el conjunto de obras que realizó a partir de 1674 para iglesias y conventos granadinos, destaca este lienzo para el Hospital de San Juan de Dios, en el que queda patente el estilo rubenesco hasta tal punto que podemos afirmar que se trata de una copia de una obra de Rubens sobre el mismo tema que pintara para el Alcázar de Madrid, posiblemente reproducida a través de una estampa de Lucas Vosterman.
Destaca en este cuadro la tendencia barroca a ocupar toda la superficie pictórica, el dominio del dibujo y un tratamiento cuidadoso del color. A la izquierda la Virgen con el Niño Jesús y, dominando el centro de la composición, los Reyes Magos como representantes de las naciones de la Tierra, reconociendo en Cristo al Rey universal. Melchor es el que se arrodilla y realiza las ofrendas al Niño de “Oro, Incienso y Mirra”. Los teólogos buscaron en estos presentes un significado simbólico: el oro por su condición de Rey, el incienso como Dios y la mirra como hombre, pues era utilizada para embalsamar los cuerpos de los difuntos.
Louis Réau considera el asunto de la Adoración de los Reyes como complementario de la Natividad. Se le conoce como Epifanía porque es la primera manifestación de Dios encarnado a los hombres. Mateo es el único evangelista que menciona este asunto (2:1.12), y hay que acudir a los evangelios apócrifos, que suplieron la falta de información de los canónicos: los magos habían llegado hasta Jerusalén en busca del rey de los judíos, cuyo nacimientos les ha sido revelado por una estrella. Mateo no especifica cuántos fueron los magos que visitaron a Jesús, pero el número tres tenía más connotaciones simbólicas, cifra sagrada de la Trinidad, y por eso se impuso.
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